A fines de los años 70, los juristas López, Centeno y Fernández Madrid decían en su Ley de Contrato de Trabajo comentada que el Salario “es la retribución del trabajador dependiente. Constituye la ventaja patrimonial que se recibe del empleador como contraprestación del trabajo subordinado. (pág. 445-446)” caracterizando a la función del salario como “medio de sustento del trabajador y de su familia, y con este alcance puede decirse que tiene carácter alimentario. (pág. 447-448)”. Estos conceptos o definiciones, están contemplados por la ley de contrato de trabajo (20.744), y según los autores, el monto del salario debe asegurar “alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión”. De no cumplirse, esta enunciación pasará a ser “meramente declarativa si dicho importe no alcanza siquiera a los mínimos profesionales…” (pág. 528 y 529).

Casi 45 años pasaron desde entonces ¿Cómo es explicable que en la realidad actual, se haya colocado a los salarios de los trabajadores de comercio, en todas las escalas salariales del Convenio Colectivo de Trabajo 130/75, por debajo de la línea de pobreza?

Esto no es casualidad. Es producto del relegamiento de la democracia sindical y de la consecuente consolidación de la burocracia sindical en el seno del sindicalismo mercantil.

La democracia sindical, explica Mariano Recalde, es un principio “que junto con el de libertad sindical deben ordenar la vida interna de las organizaciones“. (Derecho Colectivo del Trabajo p.166). Y citando en su obra, coincidiendo con Ojeda Avilés, considera que la democracia sindical consiste básicamente “en someter la actuación sindical a la voluntad mayoritaria, para que no se produzca una gestión del aparato sindical dedicada a potenciar los intereses personales de los líderes más que a la liberación civil de la clase obrera”. Y concluye: cuando eso último ocurre, “nos encontramos ante el fenómeno de la burocracia sindical” (pág. 167).

La burocracia sindical trajo consigo consecuencias desfavorables para los trabajadores de comercio. Los intereses personales del cavalierismo generaron la falta de legitimidad en la representación de sus bases. La necesidad de un sostén en el poder ocasionó el contubernio con el empresariado del sector, creando así, un círculo vicioso. Un círculo vicioso que se retroalimentó durante más de 35 años.

35 largos inviernos, veranos, primaveras y otoños. Transitar durante 35 años en un círculo vicioso de connivencia con el empresariado, por falta de representación en las bases, instituyó que la Federación que nuclea a más trabajadores privados del país, esté sometida a la buena o mala voluntad del empresariado. Con patronales que, en la mesa de diálogo, impusieron establecer sueldos de convenio por debajo de los límites de pobreza para el sector de los mercantiles. Simultáneamente, el Secretario General que es entrevistado en televisión abierta, se lleva su mano al corazón para decir que: «en su sector el problema no es el salario” y que ha realizado “muchas flexibilizaciones que le pidieron los empresarios”.

Sin legitimidad en las bases, con sólo una estructura parasitaria en sus filiales sindicales locales y en la obra social, (de esta última utilizando “su caja”), el cavalierismo creó un modelo sindical patológico que se vota a sí mismo. El resultado es la realidad que conocemos. Pésimos sueldos y deficiencias en materia de prestaciones de salud.

¿A quién le sirve este modelo? ¿Quién o quiénes son los responsables de esta realidad? ¿Están los empleados de comercio dispuestos a cambiar la triste historia actual? Ojalá estas preguntas sean formuladas y respondidas por todos los involucrados. Ojalá que pronto el salario de los empleados de comercio les alcance para una “alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte y esparcimiento, vacaciones y previsión”.

Sebastián Zotto

Abogado.

Secretario Gremial

Sindicato Joven CIS CTA CABA